En estos meses de pausa y confinamiento hemos aprendido a proteger lo que más queremos, a valorar un poco más lo que tenemos y también lo que dejamos fuera. Lo hemos hecho con cuidado, gastando poco y consumiendo lo justo. ¿Y si empezamos ahora a cuidar del planeta como nos hemos cuidado nosotros?
Durante el confinamiento los jilgueros han cantado más bajito porque no necesitaban elevar el tono. Miles de coches y humanos nos escondimos, eliminando el jolgorio que siempre les hizo trinar más alto. Mientras nosotros nos encerrábamos cada vez más, la naturaleza se abrió camino y los pájaros abandonaron las copas de los árboles para hacerse los dueños de la ciudad. Este cambio de protagonismos es una metáfora que explica una de las lecciones más poderosas que nos ha regalado esta crisis: nada es nuestro, ni siquiera las ciudades, somos vulnerables y tenemos que reinventar nuestra relación con la naturaleza para no volver a tropezar, para compartir espacios y proteger el equilibrio natural, porque todos estamos confinados en un único y frágil planeta.
Cuentan los ornitólogos que durante este cambio de papeles entre los hombres y los pájaros, la gente ha aprendido a observarlos en silencio desde sus casas –ahora más nidos que nunca–, a darles más valor, a admirar sus cantos y sus vicios y a despertar vocaciones dormidas. Niños con mucho tiempo libre y que solo dibujaban gaviotas han aprendido ahora a distinguir los carboneros y verdecillos que parecen venir a darles clases desde las barandillas de sus terrazas. Campañas y hashtags en redes sociales como #QuédateEnElNido y #AvesDesdeCasa han impulsado el interés por lo natural, por el detalle, por lo sencillo y han ayudado a reflexionar sobre nuestro verdadero papel dentro de este ecosistema global. No es solo una pausa para ver pájaros, es un momento para mirarnos a nosotros mismos.
«Yo, desde mi ventana, hay veces que escucho cantar al águila imperial», cuenta Luis Martínez, biólogo y uno de los técnicos que colabora con #QuédateEnElNido, la iniciativa de la ONG SEO Birdlife para reconectarnos con la naturaleza mediante talleres online y maratones ornitológicos. Luis hace un poco de trampa, porque ha pasado el confinamiento en Fresnedillas de la Oliva, pueblo de la Comunidad de Madrid, pero insiste en que todos somos un poco como James Stewart en La ventana indiscreta: «El empezar a prestar atención a esas cosas que siempre están ahí es algo que te permite una desconexión. La gente ha descubierto que detrás del ruido y de las prisas hay naturaleza en la ciudad».